El Rufián Melancólico está rodeado de boliches seudo nocturnos que pueden ser guaridas transitorias, así como los hoteles y hosteles de la cuadra, para los participantes de los viernes culturales del Rufián. La convocatoria es para el último día hábil de la semana a partir de las 20 hs. La poesía, el teatro y la magia es invocación. Los eventos en sí, son pretextos para ello. Por ejemplo la presentación de "El Libro De Vampiros" de Yoel Novoa inaugurará los viernes del Rufián.
El sitio, si bien es una librería de libros usados y raros, intenta ser una editorial que publique libros porque deben ser publicados. O sea el Rufián no va a publicar libros para ser vendidos, aunque venda los anárquicos resultantes de la compra venta.
La ambientación es provocada, en su mayoría de objetos, por esculturas de Kike Tempo y Yoel Novoa.
Bolivar 857, Buenos Aires.
jueves, 24 de abril de 2008
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gacetilla |
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los ahorros |
Tratábase de un sobre que contenía 100.000 dólares. No recuerdo los "porqués", pero hace muchos años ese sobre me había sido destinado. Los avatares fronterizos entre tantos países latinoamericanos confunden el lugar exacto de la obtención. Se que fue en Centroamérica. Me sobrevienen imágenes de un banco en Panamá adonde detrás de un vidrio había pilas de fajos de billetes de cien dólares (empleados bancarios alejados en aquel instante) y yo del otro lado del vidrio con una hambruna mayúscula. Seguramente debo haber saltado y manoteado algo de dinero, pero mis recuerdos humean, además vi demasiado cine en mi vida y los guiones se me mezclan. Ahora, el dinero fue una realidad, y por supuesto lo perdí, o mejor dicho lo olvidé. Después el tiempo y las aventuras sucedieron con sus ansiedades y hasta hace poco ese sobre permaneció mitificado entre un revoltijo de décadas.
El otro día aparecí en Ciudad de Méjico, por ningún motivo especial salvo el de mortificar recuerdos, y anduve por Tepito y no era el Tepito que había conocido, parecía más bien un pelotero para adultos dividido en innumerables islotes coloridos. La cuestión que al rato estaba viajando en metro, y en el tramo premetro cuando el tren sale al exterior y como un balazo se dirige a los estudios Churubusco, en una de las puertas del vagón que me tocó en suerte, en la caja que contenía al picaporte, metí la mano y encontré un sobre (sorete). Controlando rápidamente que nadie me viera, lo guardé en uno de mis bolsillos y disimuladamente vi que estaba lleno de dólares.
O sea que yo había elegido ese lugar para preservar de los demás mis ganancias de hacía treinta años y mágicamente me había reencontrado con ellas. En ese momento, además de los dólares, mis otros bolsillos estaban abultados de pesos mejicanos y argentinos. Todo estaba allí en ese viaje. En el vagón había solamente dos pasajeros más que se dieron cuenta de mi situación de pollo adobado. Me miraron con cariño. Más aún, con la veneración que se puede sentir hacia un santo.
miércoles, 23 de abril de 2008
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económico |
La chimenea cerebral y su alboroto, humea. La comunicación pese a ser directa subconcientemente y prescindir de cualquier medio difusor pedagógico, recurre al titileo literario. Se escribe para vivir y se vive para escribir. Los dos sentidos de la vida reciben compensación económica pues confunden porque titilan.
O sea:
La justicia me condenó a permanecer tres años bajo tierra por manotear objetos ajenos. Merced a un pago único de 1.690 dólares norteamericanos, obtuve que el presidente norteamericano George W. Bush junto a su par mejicano Felipe Calderón, me desenterraran usando palas anchas.
Compro y vendo, pero evito pantallear, juntar capital. Renazco porque es lo único que se hacer en el artificio.
domingo, 20 de abril de 2008
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humo |
Nuevamente éramos un grupo de fantasmas convocados para concretar una de las tantas misiones del olvido. El trabajo mediante podía ser teatral o literario, pero sospechosamente tenía aspecto de reunión de albañiles decididos a armar veredas y escaleras de ladrillos rojos en medio de una humareda proveniente de ceremonias religiosas. Había mujeres, esposas y amigas de efímeros esposos y amigos, que soñaban (mimaban) comprar y vender secretos en medio de aquel humo blanco que dificultaba el reconocimiento. Nos conocíamos tanto y sin embargo el humo nos desaparecía. Como siempre yo había olvidado mi nombre y contraseña.
Entonces sonó el teléfono y era mi socio de Galicia que siempre vestía de negro. Su voz fue amable y severa: "Te dije, Yoel, que era responsabilidad tuya". Antes que mi socio negro transmutara de eléctrico etéreo en materia decidida a llevar fines a cabo que temí se redujeran a la concreción de un partido de fútbol, huí.
Los fantasmas amigos, aunque algunos me conocieran de niño, estaban más de parte de mi socio que mía, todos tenían ropa deportiva e intuí que el intercambio de contraseñas entre ellos, los homogeneizaba. De todas formas, sus presencias se convertían en humo con facilidad y pude perderlos sin mucho alboroto.
No estábamos en una ciudad. La reunión era en un pueblito y ese pueblito era ilimitado. Para salir de él, para alcanzar sus horizontes había que cruzar llanos inmensos que se repetían y no permitían esconderse bajo la luz del sol nublado. Al fin elegí una de esas llanuras y me sumergí en ella. La llanura que elegí era una hondonada y desde cierta altura me ví a mi mismo cruzándola: cada vez caminaba más lento y fácilmente terminaba arrastrándome en cuatro patas hasta derramarme y entonces darme cuenta que no iba a llegar al otro lado adonde suponía árboles y casas. Me levanté para volver a caer varias veces, el regreso quedaba lejano. Aparentemente se trataba de la eternidad.
El humo y los otros fantasmas habían desaparecido.
viernes, 4 de abril de 2008
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El hombre que ríe de Víctor Hugo |
Poner la bondiola en el horno es una forma de actualizarse. Es buscar algo diferente a la cotidianidad del sonambulismo de las bondiolas con nostalgia amazónica. Es lo que tiene de bueno trabajar de escritor picapedrero hacedor de tumbas para sepultar bondiolas mamás, las gigantes saladas alambradas con espino santo, y laurel. Laurel que le pido al muerto vivo que tiene un árbol de laurel en Burzaco, para ceñir mi frente cuando atiendo al público que viene a comprar libros: Sartre, Jorge Amado, Balzac: tecnicismos sobre la salación de cadáveres: historias swif... y nada más porque se vende muy poco (ni siquiera Balzac, imprevistamente es Víctor Hugo o Henry Miller). La gente no entrega la bondiola y uno está con el horno encendido y corre con todos los gastos y los gatos. Coca Cola en el frezeer y super hervidos huevos duros que estallan contra las paredes, no implotan. Olvido y buenas maneras. O no.