LA MANO QUE APRIETA

domingo, 20 de abril de 2008

humo

Nuevamente éramos un grupo de fantasmas convocados para concretar una de las tantas misiones del olvido. El trabajo mediante podía ser teatral o literario, pero sospechosamente tenía aspecto de reunión de albañiles decididos a armar veredas y escaleras de ladrillos rojos en medio de una humareda proveniente de ceremonias religiosas. Había mujeres, esposas y amigas de efímeros esposos y amigos, que soñaban (mimaban) comprar y vender secretos en medio de aquel humo blanco que dificultaba el reconocimiento. Nos conocíamos tanto y sin embargo el humo nos desaparecía. Como siempre yo había olvidado mi nombre y contraseña.
Entonces sonó el teléfono y era mi socio de Galicia que siempre vestía de negro. Su voz fue amable y severa: "Te dije, Yoel, que era responsabilidad tuya". Antes que mi socio negro transmutara de eléctrico etéreo en materia decidida a llevar fines a cabo que temí se redujeran a la concreción de un partido de fútbol, huí.
Los fantasmas amigos, aunque algunos me conocieran de niño, estaban más de parte de mi socio que mía, todos tenían ropa deportiva e intuí que el intercambio de contraseñas entre ellos, los homogeneizaba. De todas formas, sus presencias se convertían en humo con facilidad y pude perderlos sin mucho alboroto.
No estábamos en una ciudad. La reunión era en un pueblito y ese pueblito era ilimitado. Para salir de él, para alcanzar sus horizontes había que cruzar llanos inmensos que se repetían y no permitían esconderse bajo la luz del sol nublado. Al fin elegí una de esas llanuras y me sumergí en ella. La llanura que elegí era una hondonada y desde cierta altura me ví a mi mismo cruzándola: cada vez caminaba más lento y fácilmente terminaba arrastrándome en cuatro patas hasta derramarme y entonces darme cuenta que no iba a llegar al otro lado adonde suponía árboles y casas. Me levanté para volver a caer varias veces, el regreso quedaba lejano. Aparentemente se trataba de la eternidad.
El humo y los otros fantasmas habían desaparecido.

comentarios:

Ohhh...la Eternidad ya está entre nosotros,la llanura del otro lado, donde se supone hay casas, árboles o departamentos, tambien se diluyen en esta atmósfera fantasmal y presente...
¿Terminaremos todos, caminando en cuatro patas, en pos de fantasmas conocidos, en ésta humareda circular que nos hermana a todos, como una escarapela asfixiante...?