LA MANO QUE APRIETA

miércoles, 5 de noviembre de 2014

relego-ere, "releer", "revisar", "religión"

Creído que, leyera lo que leyera, lo olvidaba a medida que lo leía, obtuve momentos de paz conmigo mismo.
Así inicié lecturas que me gustaron, incluso me gustaron mucho pues me provocaron experiencias mentales cuasi metamórficas. Fiel a mi síndrome, suspendí esas lecturas para retomarlas días después. Efectivamente, el aroma empírico permanecía, no así el discurso gramático que al reiniciarlo (releer) provocaba nuevas mutaciones en mi ser, pues los escritos eran mágicos (diciendo cotidianidades aparentes, cambiaban mi destino a fogonazos). Por eso mismo era bueno parar. Parar por la violencia, por el  fuego que aunque redentor, me reducía a cenizas y -entonces- el contínuo volver a corporizarme, redimido pero sin redimir a los demás, me cansaba. Como este párrafo, no llegaba a su fin. ¡Podía llegar a él! Pero llegar era no llegar. La vida continuaba, aparentemente.

Manuscrita. 10-11-14.-

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