LA MANO QUE APRIETA

miércoles, 4 de septiembre de 2013

la terapia policial del Dr. Fernando

Mail a Eduardo en el extranjero:

Te decía que la última vez que me visitó el doctor Fernando, estaba en cortocircuito. Había tomado varios litros de cerveza y traía por lo menos tres más en su mochila. Todo lo exasperaba. Me pidió de comer, le dí un pedazo de roquefor congelado y al morderlo se rompió un diente (1), se recagó en la reputísima madre que lo reparió en altavoz. Protestaba por todo muy enojado. "¡Qué vida de mierda que tengo!". Lo eché y salió corriendo. Una hora después me llamó para disculparse. Le dije que no tenía que disculparse que había estado encantador- "Gracias... Gracias".
Después de un día de silencio volvió a llamarme. -a todo esto me tiene convocado para que actue en una de sus películas. Seremos tres actores, los tres vamos a ser Hamlet y posiblemente él se agrege a la improvisación y va a hacer cámara una mujer hermosa experta en yacimientos petrolíferos- me llamó y con voz doctoral y en sus cabales, dijo: "Te llamo para avisarte que hoy empiezo mi etapa de desintoxicación alcohólica. Resulta que en la cuadra de casa hago unos escándalos fenomenales y el comisario del barrio, me hizo llevar a su despacho en un patrullero. Me habló de igual a igual:_"Usted me entiende. Usted es un hombre que se educó en las armas como yo. Entienda por favor que cada vez hay menos policía corrupta, apenas si quedan algunos trasnochados por Constitución y el bajo Flores. Por eso le pido su colaboración. Déjese de joder hombre. Dé un buen ejemplo, piense en su madre. Usted da para más. Si sigue así va a terminar acribillado en un zanjón por algún delincuente. Esperamos algo mejor de usted"  Sus palabras me llegaron al alma y ahora sí que dejaré de tomar".
"¡Joder que está buena la mierda! ¿Y Cuando filmamos?" "En la semana entrante".

1) Lo del roquefort congelado no fue a propósito. No había nada comestible, salvo ese queso vuelto piedra. Primero le mostré como el queso mellaba la mesa. Él pidió "ponelo un poco al fuego que se vuelve exquisito". Lo hice, pero aparte de carbonizarse superficialmente siguió con su textura pétrea. En realidad no se trataba de un roquefort congelado. Era un pedazo muy frío y antiguo, varios cumpleaños lo habían dejado olvidado. Y Fer lo mordió lo mismo. El diente que se rompió no fue uno de los podridos que adornan su sonrisa, era un postizo que él soldaba con poxipol. La estridencia de su reacción, fue un Charles Laughton espléndido. 

Magazine Policial. Bs. As. Enero 1926.

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