LA MANO QUE APRIETA

domingo, 21 de octubre de 2012

indulgencia

Si tuviera un 10 % de lo que gasté en indulgencias, sería millonario. Pero no me quejo, soy un jubilado "ordo poenitentium" que lee apaciblemente el periódico dominical, mientras en los edificios cercanos silban balazos y chirrian frenos manuales que no pueden evitar que los vidrios de las ventanas se desprendan locamente.
Las indulgencias me han permitido llegar a ser un tergiverso conforme, pues el carozo de la indulgencia es su temporalidad. Los crímenes y traiciones íntimas no se borran así nomás ante un depósito certificado por escribano. Suaviza la situación con mucho aporte sicoterapéutico, pero hay que reactivar los pagos que funcionan de acuerdo a la capacidad financiera de cada uno. Inevitablemente deben ser al mango, para tener efecto. A veces para que la indulgencia funcione, luego del transpaso de capitales, es necesario vaciar una ametralladora en la cara del pecador. Que nunca fue mi caso.

The Saturday Evening Post. September 29. 1951.-

2 comentarios:

Soy de practicar la confesión pública. Llevo un par de semanas sin salir de pesca. Quise salir de mi encierro. Llovía y fuí a la terraza del consorcio a beber un vaso de vino con agua bendita. Había un montón de ropa colgada y cuando terminé de sacarla, había parado de llover. Pero... Tomé vino con agua de lluvia.

Anónimo se llevó mis calzoncillos y la camperita de la nena, entre un montón de medias y sábanas que estaban puestas a secar. Y yo no tomé vino con agua bendita. Tomé vodka con hielo.