LA MANO QUE APRIETA

jueves, 6 de septiembre de 2012

manivela

Méjico estaba lleno de carteles "De la cuna a la tumba..." propaganda del Seguro Social. Entre el nacer y morir había un abrir y cerrar de ojos. Es durante esa brevedad que se escribe correspondencia, novelas. Múltiples textos que nunca parecen completos aunque cierren magistral mágicamente como le gustaba hacer a Bierce y a O. Henry. Múltiples situaciones que incitan a ser buchoneadas aprovechando que la tecnología ayuda. El mecanismo del taller literario indica entonces, callarse, porque se escribe para cambiar al lector. Sergio Mulet era así, de golpe se callaba y si le rompías las pelotas, te cagaba a trompadas. Sergio no era como Peralta Ramos, pero eran familia.
Se podía decir todo, o nada. El problema era novelar ese todo o nada, esa perinola ni literaria que parecía tener sentido cuando daba para vivir, como todo lo que se hace mientras se vacaciona en el valle de lágrimas.

Trompada durante los sesentas. Instamatic.

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