LA MANO QUE APRIETA

sábado, 8 de septiembre de 2012

limpiar los pìnceles y tapar las pinturas

No se sabe. Por lo menos, yo no lo se, y ese es el remedio de todos los males y de todos los bienes.
Uso los pinceles, óleos y solventes. No solo para trabajar sobre las cinco calaveras en curso, sino que también para incidir en un retrato de dos personajes sobre tela. Hasta ahora todo está sin terminar, o más o menos. En realidad, se trata del primer paso de todas las cosas. Se haga lo que se haga, hay que hacerlo, dejarlo secar. Olvidarlo, y más tarde (no se sabe cuando: un día... diez años...) retomar el trabajo. Mientras tanto se hace otra cosa (la nívula, el malabarismo). Estos alejamientos se pueden obviar y usarlos como si fueran una partitura musical y no parar de construir hasta terminar y ahí, seguir con otra cosa que aunque sea la misma, es desconocida.

En alguna iglesia gallega. 2001.-

4 comentarios:

Por el lugar más inesperado, surge el árbol de los kinotos.

También es posible (se enseña en algunas escuelas) luego de un par de pinceladas, cerrar todo y lavar los pinceles. Después... reabrir.

Es temprano (6 a.m.), pero ya los canillitas pregonan en silencio las noticias inconscientes.

Para pintar sucede lo mismo que con la alimentación. Se necesita muy poco material para componer una vida.