LA MANO QUE APRIETA

sábado, 14 de abril de 2012

Espejo donde mi padre se miraba fumar.

El espejo lo expuse en aquella muestra descolgada que auspiciara la empresa Metropolitano en el hall de Constitución.
El espejo es de mi padre y ahora refleja las situaciones del patio delantero. Cuando estuvo en Constitución reflejó niños aspirando cemento de contacto, guardias, viajeros y un gigante de tres metros, un croto que se desplazaba por los ámbitos ferroviarios como un rey (policías y público le abrían paso). Descalzo y en camiseta, durante un invierno bajo cero, aplastaba su andar con pies de un metro cada uno. Este ser superior a los demás, orgulloso de sí mismo, se detuvo ante el espejo de mi padre para, coquetamente, acomodarse el flequillo que le caía sobre los ojos.

Foto Tadei.

comentarios:

Ese espejo, como casi todos los espejos, es una ilusión peligrosa. Es una incitación al pecado y a la autosatisfacción.