LA MANO QUE APRIETA

viernes, 30 de marzo de 2012

ir a la montaña, ir al río

Un día, con el Chileno nos dimos cuenta que la montaña no venía a nosotros. A lo sumo había que esperar demasiado, aceptar la reencarnación de las almas y la fuga de las aguas. Fue un momento de revisión mutua: "¿Qué estamos haciendo?". Lo que hacíamos era fabuloso porque estábamos vivos, pero nos sabíamos en deuda con nosotros mismos y por eso confiábamos que una montaña se nos viniera encima o que -por lo menos- nos tragara un terremoto, cuestiones que nunca resultaban pues aunque tuvimos estadías en regiones volcánicas, las erupciones geológicas sucedían cuando nos íbamos (viajes que él realizó por su lado y yo por el mío. Durante una desas incursiones el Chile se alojó bajo un ombú y aunque hubo alguna tempestad con rayos y truenos a él no le pasó nada).
En aquel momento de concientización disponíamos de ahorros moderados que usamos para armarnos de revólveres, chalecos y granadas y salimos a enfrentar el destino.
Hicimos kilombo, metimos la pata, nos equivocamos. Alisamos paisajes, quitamos diques... Empezamos a aceptar una calma bondadosa y humoresca, a creernos personajes de Balzac...
Entonces, nos separamos para siempre.

2 comentarios:

Muy lindo el relato Yoel.
Un gran abrazo Maestro

Juan Olcese ha dejado un nuevo comentario en su entrada "ir a la montaña, ir al río":

Muy lindo el relato Yoel.
Un gran abrazo Maestro