LA MANO QUE APRIETA

miércoles, 7 de diciembre de 2011

la zambullida es totalitaria

El salto es un asalto (inmersión) y siempre será un promedio de circunstancias que lleva a ello. Aconteceres que aunque reprimidos, suceden. Sucesos parsimoniosos en los que el hacedor trata de esquivar el bulto, el balurdo de la responsabilidad y de los quehaceres imprescindibles.
He ahí que llega un momento nunca bien comprendido, en que hay que zambullirse o por lo menos introducirse delicadamente (tomando precauciones y equilibrios) en la tina infinita, esa bañadera herrumbrada y olvidada, allá, en el patio del fondo, ese recipiente sin fondo que guarda todas las lluvias y que conecta con mundos ajenos.
Es que no hay otra alternativa. El francés Jaques Cousteau lo hacía continuamente, e incluso delegaba sus inmersiones personales en empleados y gremialistas que se hundían en las profundidades de la palangana insospechada para volver a emerger y hablar con los que no se habían sumergido.
También un peruano (el hijo de Ricardo Palma) a finales del siglo XIX (o principios del XX), lo hizo. Se introdujo en los misteriosos conductos cloacales de la ciudad de Lima y describió fosforescencias y burbujeos con salpìcaduras.
Aparentemente las zambullidas parecen terminales pero la vida continúa.

Cuaderno de recortes No. 2 (fragmento de página). 1979.-

2 comentarios:

Yo también quise pagar mis cuentas a tiempo. Pero cuando fui a ello, estaban vencidas. Y no hubo remedo.

Tal vez la importancia del tiempo jubilatorio masculino, radique en la importancia de agarrar un testículo con cada mano y jugar al ping ball.