LA MANO QUE APRIETA

jueves, 8 de diciembre de 2011

escapismo de los gumersindos

En la bañadera de la madrugada, al ir a mear, encontré dos lagartijas atrapadas en la blancura esmaltada, correteando la circunvalación sin poder salir della. Eran las dos de siempre, las prehistóricas que estuvieron aquí mucho antes que se fabricara esta casa, que se encementara y asfaltara esta tierra.
Los baños, esas construcciones humanas diseñadas para lavarse y excrementar, siempre fueron una trampa para las lagartijas, pues los enlozados y azulejados son resbaladizos y la bañadera es la trampa histórica para los lagartos o gumersindos chiquitos, que nunca huyen por los desagües, como suelen hacer las ratas y los hombres.
Para devolver estos reptiles veloces ensimismados en sí mismos, a las paredes porosoas y maceteros con plantas, los tengo que sujetar con las manos y tengo que ser muy cuidadoso, pues los gumersindos tienden a la autodestrucción cuando se ven presionados. Se despedazan y una vez que desecho los pedazos, que los pierdo de vista, se reconstruyen y vuelven a caer en la bañadera (la reiteración y la duda, los apasiona). Pero entre una y otra caída, median lapsos de tiempo importantes, hay cambios edilicios, sociales y culturales.

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