LA MANO QUE APRIETA

miércoles, 20 de abril de 2011

Me cagaron a palos.



Una mezcla de boludez y violencia reemplazó a la maldad original. La maldad aquella que prosperaba antes del gnosticismo. Esto se sabe.
Cuando salí a recorrer a pata la ciudad en su hora mala, encontré lo que buscaba: un par de adolescentes me cagaron a palos. Yo aunque envejecido, tengo el disgusto de reaccionar como no se debe reaccionar nestos casos. Cuando se me vinieron al humo, uno por delante y otro por detrás reaccioné a los gritos y a las patadas, o sea que rodé por el asfalto, recibí castañazos por todos lados, provoqué frenazos de autos. Los chicos me manotearon del bolsillo los pesos que llevaba y salieron corriendo. No fuí tras ellos ni recojí los anteojos que en una imagen fugaz, volaron. Si, me recalcé una de las zapatillas que se había soltado. Me la calcé sin ajustar los cordones y emprendí el regreso a casa. Contuso, confundido y maravillado. En ese momento no sentí ningún dolor. A posterior y en silencio y al chequearme, lo más grave que gané esa noche, fue un hematoma interno que me duele al caminar.
Lo bueno deste entrevero (experiencia donde la muerte es un albur) es que fue como si no hubiera pasado nada, salvo un derroche de adrenalina, casi un rejuvenecimiento, un verdadero sacudón a la vida sedentaria que uno va construyendo. Inevitablemente la experiencia me llevó a los ensayos de "Libertad y otras intoxicaciones" donde los actores, arriesgábamos la vida gratuitamente y lo festejábamos.

comentarios:

sana sana colita de rana