LA MANO QUE APRIETA

lunes, 28 de marzo de 2011

Callecitas y calesitas de Buenos Aires.

Este muchacho había nacido hacia el año 1945 de una relación inter terrazas (noches de luna llena) de Caracalla con su prima. Colocado desde su menor edad en la habitación que perteneciera a Emerson en el conventillo de la calle Chile, fue criado allí silenciosamente, regado con jardinera; y habiendo sido asesinado Caracalla en 1960 en la intersección de la calle Chile con Tacuarí, por intervención del gigantesco encargado de la limpieza de la Comisaría de la calle Tacuarí, a quien los sacerdotes del Templo de Monserrat, habían prometido púrpura con almendras, una rebelión de los trabajadores de la calesita instalada en el potrero que lindaba en Piedras con Independencia, instada por la abuela de Caracalla (antiguo propietario del armatoste giratorio), reclamando el derecho a los beneficios de la taquilla que durante años lucrara soberanamente el usurpador del carrusel (el encargado de la limpieza de la comisaria que miraba niños con cariño). A todo esto, por ese entonces, el hijo de Caracalla, el Cacho, solo tenía catorce o quince años... Los vaivenes sindicales provocaron que se escriturara la calesita a su nombre, anunciando su advenimiento a todos los vecinos de San Telmo y Monserrat. El Cacho no tuvo reparos en titularse hijo de su padre, ostentando ante todos, sus vicios conventilleros con orgullo y mostró a su madre, vieja loca que vendía diarios a grito pelado, como un trapo de piso enjuagado en sus propios efluvios vaginales, no solo sin pudor alguno, sino gloriándose dello como de un honor insigne.

comentarios:

Tema complejo.Calesitas y estas curiosas relaciones por la terraza, a los saltos,como un hominido,"temeroso,que en su agonía el pajaro cante hasta morir"
Olvidemos la calesita y pensemos que en cualquier momento,se planta en la puerta del rancho,la CARROZA