LA MANO QUE APRIETA

sábado, 11 de diciembre de 2010

extravagancias de la venta ambulante


El doctor G. sigue con malos amores. La pensión que está cobrando se esfuma en el acto. Siempre hay una mujer que espera el pago para llevárselo volando y el doctor queda solo con su pase para viajar grátis y su auto lástima: "Ayer conocí una chica hermosa de treinta y cinco años y hoy me torció el rostro. No me dió más bola". "Es que vos con las mujeres, tenés un comportamiento baboso ¿No?" "Si. ¡Soy así!"
Me vino a ver para pedirme libros con el fin de venderlos en el parque Lezama. "¿Y... Qué tal? ¿Vendés?" "Más o menos. Hasta ahora no me queda mucho porque Marucha viene a acompañarme y cada vez le tengo que dar un mínimo de 50 pesos y si vendo algo más, también se lo lleva". "¿Marucha es la mina, esa vendedora ambulante que me describiste como una mezcla de caballo y gorila con los labios pintados?" "Si". "Hay una magia en medio del velorio ¿verdad?". "Si".
Le regalé una bolsa con libros y cuando empezó a hacer genuflexiones y a agradecer desmesuradamente, lo reté: "No hagas eso. No agradezcas. Puteá".
Mansamente, el doctor tomó su ruta incierta.

Topografía del Paraíso. Antonio María Nardi. Dibujo. 1953.

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