LA MANO QUE APRIETA

sábado, 24 de julio de 2010

Las bibliotecas de los que leyeron.

En los primeros tiempos de mi regreso a Buenos Aires, ensayando teatro con Mulet en el Estrellas, en uno de esos momentos fuera del tiempo que dan los teatros cuando están vacíos y cargados de cosas que no son. Confundí a Mulet (estábamos únicamente los dos) con el polaco Barzak, fallecido hacía diez años. Le dije a Sergio: "Me pareció que eras José Antonio". Entonces Sergio con voz impostada, clamó: "Deja a los muertos tranquilos ¡Yoel!" y seguimos en la esperanza sin nombre que ensayábamos.
Hoy día, soy más amigo de los muertos que de los vivos. No hay nada que me alegre más que reencontrarme con ellos... No se si "alegría" es el sentimiento correcto, tal vez "paz", no se. Esos reencontros son variables inclasificables. Todo lo que se explique sobre su realidad, es falso.
En fin, se trata de cuestiones inevitables, siempre y cuando uno siga vivo, percibiendo entre otros vivientes.
Cuando Antonio Pérez Prado muere, entre él y yo se produce un abismo infinito. La vida y la muerte no son joda aunque ambos fenómenos sean jolgorios fabulosos. Lo que queda entre las cenizas siempre es de los demás, o de nadie. Es algo que no importa pues la memoria también es polvo. Polvo que se acumula en las bibliotecas y que los inocentes que ignoran de que tratan esas apariencias, lo limpian sin saber lo que hacen. Porque así suelen ser los destinos.

comentarios:

Desde al pasado dijo...
25 de julio de 2010, 5:41
 

Algunas veces te leo y encuentro a un hombre enojado consigo mismo y otra veces enojado con la vida. Otra veces,estas jocoso y cagado de la risa.pero generalmente estas cuestionandote. a veces te siento envuelto en una nebulosa y como sin ganas de caer.

Es verdad que tu vida fue intensa y colmada de errores.Pero sabes bien que de la misma manera transcurre la vida de casi todo lo que se mueve. Lo importante es que no te dejes ganar del desgano y guarda como el mas grande tesoro tu capacidad de asombro.