LA MANO QUE APRIETA

domingo, 16 de mayo de 2010

El viento y mis amigos.


El tiempo redirecciona. Lleva y trae. La historia jamás vuelve a repetirse.
Amanecí al igual que en estos últimos tiempos, atosigado de fantasmas y remordimientos.
Dicen que dicen que no hay que preguntar qué fantasmas ni qué remordimientos porque la gramática de los fantasmas y de los remordimientos, es terrible.
Acababa de ver (al despertar)una película de Aldrich con Jack Palance joven que se suicida en el baño caliente que le prepara -un- su fiel enano, Sheley Winters, alcoholizada, había muerto aplastada por un bus, momentos antes. En el interín, Rod Steiger, histérico y maravilloso, gesticuló. El blanco y negro TV me afectó paliativo y depresivo, pues el tiempo y sus muertes de ficción, quedaban lejos. Salí a la calle a comprar el diario...
Salí a la calle a comprar el diario y aunque resplandecía un sol sin nubes, estaba fresco, y nuevamente el viento, el envión de algo así como Dios. Ahí, desperté en medio de esa sinfonía callejera de Buenos Aires, sinfonía igual a la que hace medio siglo me reunía en mi barrio de Monserrat con mis amigos Jack Palance y Rod Steiger, y hacíamos diabluras.

Collage. 1990.

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