LA MANO QUE APRIETA

miércoles, 19 de mayo de 2010

in memorian


La vejez de Di Carlo abrochó su vida.
Siempre le gustaron las mujeres y pasó su niñez y adolescencia mojando la piola en afanes femeninos.
Tuvo tres hijos con una mujer que lo garcó.
Di Carlo crió a uno de los tres hijos (el menor). Los otros dos salieron drogadictos y desagradecidos. El Pochito aprendió de todo y computación, y a partir de los 20 años, una empresa importante lo empleó con buen sueldo y aumentos.
Como de costumbre durante la vida, Di Carlo llegó a viejo saliéndole todo mal. Al final lo hecharon del departamento adonde vivía desde hacía 30 años porque hacía dos años que no pagaba el alquiler.
El Pochito se ocupó de su progreso personal y dejó a su padre librado a su suerte.
Di Carlo pudo jubilarse con la mínima pensión y se alojó en un geriátrico municipal. Allí lo instalaron en una habitación compartida con un homosexual anciano que todas las noches quería culearlo.
Recordando sus amores con las mujeres más hermosas del Tigre y de Misiones, autobiografía manuscrita mediante, acorralado por su compañero de cuarto y con los pulmones tapiados de tabaco, murió.
Su vida estuvo llena de misterios, imaginería, sorpresas y constancias del destino.

Collage. 1979.

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