LA MANO QUE APRIETA

jueves, 27 de mayo de 2010

el crimen de la calle Caracas.


Amanecía soleado el 25 de mayo. Como faltaban fósforos en casa y todo estaba cerrado, luego de comprar el diario, doblé por Caracas para ir al Stop de Gaona, y ahí nomás me llamó la atención una aglomeración policial: dos patrulleros, una camioneta rotulada "departamento de criminología" y un montón de policías jóvenes, hombres y mujeres con chalecos de fuerza. No me detuve a curiosear, al paso miré el lugar de la concertación: La casa que estaba al lado de un antiguo centro espiritista. La puerta de calle estaba abierta y se veía un largo pasillo con más policías, algún civil y un crespón negro colgando del medio del pasillo. Siguiendo mi camino hacia los fósforos, imaginé un ahorcado cubierto por uno de esos mantones que usa la policía. De regreso a casa, lo mismo, tal vez con el arribo de más personal policial que se acercaba al lugar del hecho portando cámaras de video. Los policías festejaban su reencuentro laboral y bromeaban con el típico clima de alguna fiesta de aniversario (en ese día la "patria argentina" cumplía doscientos años).
Al día siguiente le pregunté a la diarera (una señora bicentenaria que aún no cobra jubilación): "¿No sabe qué pasó?". Y la viejita con una voz apenas audible, me contó: "Un hijo mató a su padre de catorce puñaladas por la espalda. Estuvieron toda la noche tomando cerveza y por la madrugada lo mató. Temprano, el hijo vino a comprar el diario, se lo notaba nervioso, ya habría matado a su padre. Me dió cuatro pesos y cuando quise darle el vuelto, no lo quiso...". Se acercó gente a comprar el diario y la diarera dejó de darme datos. Como todos los días me despedí con un vigoroso: ¡Hasta mañana!" y me borré.
Al día siguiente por la noche, surgió el tema en la circunstancial acumulación de clientes en el almacén de Ricardo. "No fue el hijo... Era el hijastro". Me enteré que el muerto fue policía y se había jubilado, y que los clientes sabían poco o nada del asunto. En eso entró al local, Juan, el borracho más borracho del barrio y entendiendo de qué se hablaba, me agarró del brazo y dijo en voz alta: "No fue así. Ese tipo -el muerto- era flor de hijoeputa- Ya te voy a contar. Pero no delante de toda esta gente. Si lo conoceré a ese canalla..."
El público estaba pendiente de los chismes contenidos, pero el almacenero Ricardo cortó el clima. Severamente me preguntó si quería algo más, hizo la cuenta y "¿Quién sigue?".
Pensé "Capaz que el asesino fue el almacenero" y llevé los doscientos gramos de jamón crudo más doscientos de queso de máquina, a casa.

Alfredo Massera (el papá de Rubén). Dibujo. 1936.

3 comentarios:

Juan el viñatero dijo...
29 de mayo de 2010, 15:43
 

El muerto era la inmundicia más grande que andaba a cuatro patas por erste mundo. Si, fue el hijastro, y a ese muchacho hay que condecorarlo. Chau, un saludo desde la otra cuadra!

Master Yoel:
He pasado un buen rato con vos y el Dr.Fernando,es como dicen los
pibes ahora el Dr.Fernando es una Maza!!!
Y tu blog lo he de seguir como fiel vouyeur y lector!!!
Me parece que el Maestro Castelao,merece su foto,ire con la digital,para que luego la subas,lo que no tengo es tu mail.
Juan

Extrañando tus fotografías, la inolvidable "brrp" entre otras.
el mail es yoelnovoa@gmail.com
Un abrazo.