LA MANO QUE APRIETA

lunes, 12 de abril de 2010

Enrique Sabransky me decía...

Enrique Sabransky me decía que no fuera nihilista. Me lo decía inflamado de ternura. Como queriendo colocar la estocada adecuada, especificó "El nihilismo no es comercial".
Ambos teníamos la suficiente experiencia de vida como para saber que se publicara como se publicara, el libro tenía su destino sellado: la pasantía anónima. Sin embargo mi amigo se preocupaba por las consecuencias morales que podían ocasionar mis escritos.
De alguna forma el inolvidable Enrique de Buenos Aires, sabía que yo cargaba cierto resentimiento por no haber alcanzado algún tipo de realización comercial tanto en mi librería como con las esculturas.
Enrique se refería al nihilismo que trasuntaba mi diccionario "La mano que aprieta", especie de compendio libre sobre la manolización humana. Se ofrecía a corregirlo gramaticalmente y quería que eliminara mis elucubraciones negativistas.
Él fue mi maestro librero y el orden que nos unía carecía de fundamentos usuales. Siempre se preocupó por los otros, tratándose a si mismo como a un trapo de piso.
Quizás él zafó de ser "nihilista" porque abrazó la santidad, conciente de que nadie lo iba a entender.
Así Fue.
Sabransky murió como acto de fe y "La mano que aprieta" seguirá sin publicar.

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