LA MANO QUE APRIETA

miércoles, 17 de junio de 2009

Carta a Roberto Páez

De todo el tiempo de taller contigo, el otro día recibí lo mejor de tu pedagogía. Me mandaste a la grandísima madre utópica y yo me asumí como fracasado (no como mediocre)pues sobrevivo robándole el alma al que no sabe que la pierde, o que ya la había perdido. Con eso mantengo a mi hija y a la que la parió. Hace años practico la ruindad disimulada.
Cuando traje a tu taller a “mis hijas”, la idea era dejártelas y pagarte una cuota. A Lola la estoy mandando a clases de Taekondo, cerámica, piano, análisis...
Lola tenía que ir al colegio temprano, Laura tuvo pruritos con la modelo desnuda y el que se prendió entonces fuí yo. Pienso que por mi historia con vos, por que sos un hombre que conozco hace más de treinta años, un buen tipo, y la situación era un pretexto para vernos, retomar un respiro en el convivio.
Desde la calle San Martín te tomé como maestro sin que te dieras cuenta. Cuando yo estaba de modelo, o de visita en tu taller, te escuchaba, y lo mejor de todo: te veía laburar, y aprendí de eso, aprendí sin querer aprender. Aprendí a hacer lo que hay que hacer. O sea, con vos hice una primaria y secundaria del arte del pincel y la concha de la lora. Hice lo que me cantaron las pelotas. ¿Te acordás del ajedrez que pinté con tus acrílicos? Y los libros de collagues que dejaba en tu taller? (Así es como aprendía) Entonces cuando me anoté al taller actual, fue casi un compromiso, un acto de confirmación, de continuación de aquello que conocí en la calle San Martín, y pensé: “A ver si de una vez por todas encuentro el sentido de la perinola”. Más que buscar tu pedagogía, sentí que con mi presencia entre tus alumnos podía ser un estímulo bueno para ellos, y ahora pienso que tal vez fui una influencia mala. Tus alumnos mal no me cayeron, pero tampoco me maravillaron. Con los que más me encontré fue con Alejandro y Fernando. Jamás se me pasó por la croqueta pagarte. Sí, me dije: “En caso de que venda cualquiera de los trabajos que hice en lo de Roberto, le doy de lo que me toque, el 30%”. O sea que ya estaba haciendo funcionar mi ruindad existencial, entendiéndote como guía de mis construcciones pintadas.
Esto, te lo digo ahora que suspendimos el taller. Es más, hasta ahora en casa no me puse a retomar ninguno de esos trabajos, pero lo voy a hacer, para fracasar en el buen sentido de la palabra (De vos aprendí, y también Andralis curtía la misma idea, que tenemos continuamente la inmensidad por delante). Es que si bien, tarde o temprano, vendí lo que hice, nunca me lo pagaron bien. Todo lo contrario. Durante la crisis del 2002 vendí escultura entre 150 y 300 dólares la pieza. Esas son las cosas que fomentaron la frustación de mi trabajo entre malandras. Que quede claro que el fracaso empírico es mi dieta y protección de la mierda humana. Cuando digo que soy “ladrón”, es un honor que manifiesto, pues me arriesgo por algo que no vale la pena y eso me salva de "ganar" dinero.
Si fuera por la situación ambiental, me volvería diarrea candente con tal de recibir un cacho de aceptación remunerada: por eso, por ética, rechazo esa posibilidad.
Tu enseñanza de taller fue suficiente. Vos sos una enseñanza para mí como Ente, como Cosa, como Ser, como Amigo. Cuando me anoté sentí que si te pagaba te traicionaba, que te quitaba la posibilidad de que me dieras lo que me diste.
Reconozco que estuve mal por haberme anotado a unas clases que no me correspondían. Por eso la concientización es contundente. Alegrate y me alegro. El espacio que yo ocupaba en tu taller lo necesitás libre. Además, si uno de tus alumnos está pagando, no podés tener instalado en las mismas condiciones a otro que no paga, por más que sea tu amigo. Es un juego que practicás desde tiempos inmemorables. Sucede entonces que las cosas se mezclan de otra forma con cualquier imprevisto.
Vos decís: “Es mi amigo” y "amigo" es una palabreja que Alberto Cortez convirtió en mierda (vos me hiciste ver esa canción de Cortez como mierda pura). Amigo es el que da la vida por el otro sin grandilocuencia.

Esto te lo escribo en vez de charlarlo, y cuando me acuerdo de llevarte esta carta, te has muerto.
¿Las palabras son el combustible del viento? ¿Ese es el sentido de la perinola?

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