LA MANO QUE APRIETA

viernes, 15 de mayo de 2009

el grito del dragón

Cuando yo tenía nueve años y vivía en la terraza mágica, no sabía diferenciar la sexualidad humana, pensaba que las niñas tenían pene como los niños, pero que eran más lindas.
Veía que mis mayores hacían exclamaciones admirativas respecto al culo de las mujeres. Esa apreciación que no estaba a mi alcance, me llamó mucho la atención. Así que sin entender el porqué, imitativamente, contemplé reiteradamente y a escondidas, los culos de señoras y señores.
Recuerdo que atraparon mi atención, las posaderas de un albañil que estaba trabajando en el otro lado de la terraza (el lado de los inquilinos). Se me antojó que aquel hombre era Dios o por lo menos el Papa, pues con expresión beatífica -junto a sus baldes, transportaba un culo enorme como si fuera algo normal.
Mis observaciones las practiqué a hurtadillas, aunque el trabajador me descubrió varias veces espiándolo, y asombrado por mi reacción de haber sido pescado cometiendo un delito, me sonreía amigablemente y continuaba su labor.
Un día sucedió algo mayúsculo. El albañil fue apresuradamente al baño que estaba en aquella parte de la terraza. Un baño no utilizable pues no circulaba agua. ¿Qué fue a hacer allí el objeto de mis intrigas?... Efectivamente, el albañil fue a ejecutar el acto más bíblico que un humano puede realizar, fue a cagar.
No lo pude creer. Agazapado me acerqué al sanitario y cuando escuché un rugido que me pareció de dragón herido, no pude contenerme y me asomé a mirar. El albañil mugía y resoplaba con la cara compungida, los ojos apretados como dos puños, y esto duró el infinito lapso de tiempo, necesario para quel sorete de aquel descamisado se estrellara contra el plató del inodoro. Sin que el hombre me viera, escapé.
Más tarde y a solas, fui a la vasija de cerámica y contemplé la impresionante realidad de aquella arqueología fresca. Se trataba de un sorete monstruoso, largo y enroscado, grueso como mi cabeza.
Alucinado, bajé los siete pisos hasta la calle (me había armado de un palo de escoba a modo de cetro)y encontrando a un par de chicos amigos, les dije: "¡Venid conmigo! ¡Venid y ved la obra del Señor! ¡Subid conmigo!". Y llevé a los testigos hasta el oculto altar que esperaba en las alturas.
Mis amigos venían anhelantes, pero cuando se encontraron ante el súbito plastrón digestivo y me vieron, con actitud triunfal, enterrar el cetro en la mierda grande, pusieron un gesto de desagrado aunque no de desilución, pues el sorete era extraordinario. De todas formas, mis amigos huyeron rápidamente sin dar explicaciones.
La experiencia fue conflictiva, pues no me dilucidó el porqué mis mayores proclamaban admiraciones por los culos ajenos.

comentarios:

"El mate"

De tí a mí, mano a mano
El mate viene y va.

El mate es como un diálogo
con pausas que llenar.

(Darío lo ha llamado
calumet de la paz).
Niño que se ha dormido
cansado de llorar
y aun suspira, la lluvia
cae sobre la ciudad.

El brasero sus brasas
aviva fraternal
y como en la charada
llena todo el hogar

De tí a mí
El mate viene y va.

Nos quedamos callados
mirando sin mirar
un cuaderno, un libro abierto,
un reflejo fugaz.
Tenemos una pena
como de soledad;
nos falta un hijo y algo
que no tendremos ya.
El reloj da la hora
de la serenidad
y grano a grano cuenta
arenas en el mar.
La lluvia se diría
que liquida el cristal.
El brasero calienta
el frío del hogar.

De tí a mí, mano,
El mate viene y va

Hace poco perdimos
un amigo ejemplar,
perdimos un hermano
de exquisita bondad.
Se le acabó la vida
antes de comenzar.
Presente en el silencio
sabemos que está,
pero callamos porque
no podemos hablar.
Tu principiaste un cuadro,
yo un libro; y ahí están
sin terminar las manos,
la estrofa final.

De tí a mí, mano a mano
El mate viene y va.

Llevamos siete años
de vida conyugal
y nuestro amor reclina
su frente en la amistad.
De los viejos proyectos
casi no hablamos más;
hay algo que nos dice
de un fracaso brutal.
Nos miramos con pena
durmiendo sin soñar;
nos ha engañado el sueño,
ya no soñamos más.

De tí a mí, mano a mano
El mate viene y va
viene a mí fervoroso
casi frío a tí va.

No hay más luces que las brasas
ni más calor, quizás.
Mi cigarrillo quema
sustancia sideral
y como se ve poco
no nos vemos llorar.