LA MANO QUE APRIETA

sábado, 17 de enero de 2009

Ayer al mediodía

Ayer atendí la librería.

Como el subte Plaza Mayo-Primera Junta, se extendió hasta la avenida Boyacá, en plan de ahorro, de no gastar en taxi e incluso abreviar tiempo de transporte, fuí caminando desde casa a la nueva boca subterránea.

Doblé en Gavilán y caminé apurado por la avenida Rivadavia hacia la estación "Carabobo".

Sobre la vereda de mi camino vi un montón de policías, algunos hablando por celular, otros apostados con actitud aburrida, incluso de relax disfrutando la oportuna brisa que barría la avenida.

Una mujer, abrazada y contenida por otra, lloraba con un grito que no le quería salir y sus ojos desorbitados no sabían que veían. Alrededor: espectadores.

No me detuve.

Sobre la calle estaba estacionada una ambulancia policial negra, sobre el asfalto una bandeja metálica, sólida y brillante. Dos policías, uno de cada punta, levantaban una bolsa negra pesada, una bolsa que me pareció de estreno, flamante y resistente (¿para cada muerto nuevo hay una bolsa nueva?). Vi cuando los policias con camisas de manga corta negras, levantaban el cuerpo que les resultaba más pesado y casi no podían con la densa curvatura que parecía querer resbalar de sus manos.

Aceleré el paso y escuché como el cadaver embolsado caía sobre la bandeja. Un ruido parecido a cuando se deja caer al piso una bolsa grande llena de papas. Enseguida el empujón de la bandeja dentro de la camioneta y el estallido de las puertas que se cerraban.

Sin mirar, caminé más rápido aún.

Tomé el subte sin conseguir asiento y ya antes de llegar al Once, el vagón se llenó y y viajé hasta la estación Perú, en medio de un rebaño humano, cargado de desconfianza y resentimiento...

Pensé que había habido un asalto, que un ladrón había matado al dependiente o dueño y que la que lloraba en la calle era su esposa, su hija o su madre. Tal vez un suicidio, alguna riña... Las versiones podían tener varias ecuaciones...

El dolor que no sabía expresarse en la mujer que lloraba, era espeluznante.

Cuando los dos policías levantaron la bolsa en vilo, sentí que yo era el ocupante.

3 comentarios:

muy duro, yoel

(llego a ti por el círculo de mr blog)

mi saludo

Amor: la dureza y el albur, (o el azar y la realidad) conjugan un sentido de la vida no deseado por el viviente, o a veces si, recuerdo a un místico que en castellano antiguo aconsejaba "recibir la muerte con boca llena de risa".
Mi camino no buscó la escena.
Sandor Lavey, el fundador de la iglesia satánica de San Francisco en los 70s, había sido fotógrafo policial, todos los días fotografiaba hechos de sangre.

Pues que te digo, me he quedado helada al final de tu relato. Es que no sé que nos está pasando que hemos perdido nuestra capacidad de asombro, solidaridad,en fín ..como que hasta el alma prefiero no estar ahi...
Vengo de círculo hispano de Mr. Blog.. felicidades!!

Ali