LA MANO QUE APRIETA

miércoles, 19 de marzo de 2008

juan andralis

Como Juan Andralis, soy la ciudad (las viejas paredes que resisten a la invasión edilicia). Con Juan me unificaba la eternidad por delante y la sapiencia que prescindía de la explicación oral o escrita. Nuestra ciudad era el reino del Olvido, aunque cada uno la recreara a su manera y percepción, y mantuviera secretas intimidades a modo de barriletes. Juan fue uno de los tantos que me dejaron a mi albedrío en este orden de cosas.
De todas formas, la Fe que compartíamos, no la compartíamos. Si el planteo era saberse "legión" gracias al inconciente colectivo, descreíamos eso. De esa forma uno moría un día, y el otro, otro día cuando el mundo se había transformado rajantemente entre muertes. Nunca importó nuestra miseria personal. Lo transmisible era el brillo de los ojos y la risa: la eternidad atisbada.

3 comentarios:

ESto es muy...pero muy lindo...

nos vemos

holala'''''''que emocion leerte pendejo¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡.todo sucede...te quiero ...nora

hey¡ los hijos en mexico hace 6 años ¡¡amorosos¡aca en araoz disfrutando la ilustre soledad llena de amor...yoga ...lectura...escritura musica...FHI.DO.. dia a dia captando con admiracion la naturaleza de la mente....sin mas ni menos¡somos una sola mente¡ un aBrAzO .nOrA.