LA MANO QUE APRIETA

sábado, 12 de enero de 2008

sidra la victoria

Descargar energía acumulada, eyacular literariamente, poner un geriátrico para ancianidad solitaria con atributos inmobiliarios, así carezcan de dinero en efectivo, siendo la finalidad institucional la expropiación de esas atribuciones.
Para ello los viejitos son sometidos a la inanición y al exceso de drogas. El grupo familiar que está a cargo del operativo, les hace escriturar a su favor los bienes en cuestión, y luego de una buena zurra -o no- los entierra vivos.
Prescindiendo del interés simplemente lucrativo, esta familia: matrimonio cincuentón con un hijo veinteañero, ofrece al geronte una experiencia trascendenteal, no transmisible por medio del cuento o la novela o la poesía, siquiera por la telenovela.
Claro que la fenomenología del entierro natural: tierra fresca en cara en florido jardín, es fortuita, pues la hiperdroga más los azotes, puede provocar un paro cardíaco anticipado al ceremonial buscado. Entonces la transición será distinta.
El entierro en vida propone a la lucidez centelleante, a la conciencia matemáticamente infinita que dilucida el sentido del ser, a la degustación ancestral.
Luego: el abono y el vergel, mientras los felices enajenados: mamá, papá y el nene, disfrutan de la reducción de los bienes inmobiliarios en cuestión.

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