LA MANO QUE APRIETA

miércoles, 5 de diciembre de 2007

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En el Caribe y en aquel Caribe, lo que más me importaba era Calle y lo que Calle decía. Prestarle atención a enigmas como: "Siempre pídele dinero a la gente para la que trabajes". Además había gatos destripados arrasados estirados sobre el asfalto de la carretera que daba la vuelta a la isla, gatos alfombras viscerales a la luz del ácido lisérgico, el mar templado de todos los días, los huracanes que me permitían volar entre isleños cagados de risa y palmeras que no se desprendían de la arena, Colón ya había viajado a América, el jefe de policía me ladraba pero me dejaba corretear por la arena y los casinos.
Ese Caribe que en aquellos momentos no me servía más que como un resguardo de las inclemencias mundiales para desear volver a mi Buenos Aires querido.
Después, cuando el tiempo se llevó todo por delante, luego de la experiencia de haber vuelto a este Buenos Aires fúnebre para recibir la burla de gargajos con aspecto humano. No quiero volver a ningún Caribe ni conocer ojetes planetarios nuevos. El traidor fui yo.

comentarios:

Las cosas "más verdaderas" me pasaron en buenos aires, y eso tiene que ver con la policía, la amistad, el amor, el sexo, la poesía, la traición, el dolor, la alegría y un cuantuay de etcéteras rimbombantes. Es por eso que estoy volviendo sin ir todo el tiempo, es por eso que no he salido de allí sin estar ahí, es por eso que seré el eterno fantasma de sus calles. Si un día me ves pasar no soy yo, ni siquiera la sombra de mí, sino aquel lemúrida transfigurado en baldosa rota que nadie ve.