Pasear una nena es mejor que pasear un pavo real. Pasear dos nenas es plantear un equilibrio. Pasear tres nenas es viable aunque vanguardista. Ahora, cuando hay que pasear cuatro nenas y la cuarta es gordita y a todas hay que pagarles entradas para que se guarezcan bajo paraguas. Incluso cuando en vez de cuatro son un tropel de compañeritas y todas abren y cierran paraguas con pretensiones y precisiones, entonces hay cambios en el interior de la caja de cambios y las niñas todas van a parar al guiso central de la gran abuela madre. Retorno a las fuentes, fritas u horneadas.
viernes, 29 de febrero de 2008
jueves, 21 de febrero de 2008
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Zurbarán |
Saturnino Beleida saludaba con saliva doscientas veces en el piso. Litlel Richard Tutti Fruti. Ni se podía vivir en medio de ese bolonski, un horror. La merluza había llegado a su término.
Hace cosa de 38 años, un amigo artista plástico colombiano se me declaró: "No señor, eso de matar a la gente en sus domicilios está muy mal". Mi amigo no estaba de acuerdo con Charles Manson, y a mí me retaba. Eso fue porque le conté que un chico del público vino al camerino y me dijo: "¡Man! ¡Qué chévere la vaina de matar burgueses!"
miércoles, 20 de febrero de 2008
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Terrorífico |
La cauta caución, retención verbal que insiste y repite un sistema de datos propagados ni apagados o no, esa monotonía arzobispa de pronto congelada, de pronto a la piedra candente, perro caliente insoportable por que siempre muestra el mismo pijo rojo anhelante en medio del desierto rojo. De una vez por todas el regreso final de las vacaciones viejas, el retorno multimillonario apolítico equivocado políneo. Vino tinto en el frezzer ante la cotidianidad de pedros a repetición. Miedo a la mierda, el viejo lobo de mar muestra el culo tapiado por corchos plásticos, uno trás otro hasta el esófago.
domingo, 17 de febrero de 2008
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heladeras |
Durante 1980, un heroinómano de rostro bello que murió de sida cuando principiaba el "retorno a la democracia", un día de hastío, creyendo que yo me dedicaba a arreglar heladeras, me dijo: "Tu arte golpea a traición". Y seguimos tomando vino. Sus hijas y su mujer eran hermosas.
miércoles, 13 de febrero de 2008
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Aleister Crowley |
Oliverio Cromwell decapita al rey de Inglaterra, y luego del invierno y del verano vuelve el rey de Inglaterra en nombre del verano y del invierno. Lógicamente (idílicamente) Yoel arregla heladeras y lavarropas, desarma minuciosamente a los electrodomésticos y salvo los motores, saca a la calle la acumulación escandalosa de tornillos, chapas, guatas, telgopores, cauchos, pieles de víbora, bielas manivelas, estampitas magnéticas, diccionarios griego-español, tapers, etc. y ofrece todo -salvo los famosos motores- a los cartoneros que se llevarán toda la materia útil y dejarán la basura sencillamente alquímica, sobre la vereda.
Salvación de los motores que Yoel se los fue quedando y enterrando pacientemente en el jardín del fondo de su casa, adonde viven gallinas, mientras pasa el invierno y el verano.
sábado, 2 de febrero de 2008
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Y nunca más volvió |
Hace años llegó a la librería, una señora flaca y vestida de negro que me encaró muy seriamente: "A usted quería preguntarle.... ¿Usted es el autor de estos muñecos, de estas... esculturas, verdad? ¿Cómo ha hecho usted para reproducir a personajes claves de mi familia? ¡Usted tuvo acceso al archivo iconográfico de mis parientes!... ¡¿Cómo hizo?! Ese archivo está guardado en la bóveda de un banco. ¿Quién lo dejó entrar? ¡Explíquese!". Le hablé de fortuitas coincidencias del destino y el inconciente colectivo. Le juré que yo no conocía su archivo familiar.
La señora de negro sacudió descreída, su cabeza. Dijo: "La verdad que no se que estoy haciendo aquí. Mi lugar es en una tumba de la Chacarita". Y se fue.
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Al son de los tambores |
Listo las lentillas de una dioptría y media, la manguera para enemas (e incendios) conectada desde la planta baja. Pareciera entonces inusitado que la vejez esté en plena efervescencia.
¿Quién espantó a la perdiz?
¡Qué extraño! ¡Recién estaba amaneciendo y ya es de noche!
Así, enajenando las muertes de los demás, uno es el que está muerto y sepultado hace añares, y sigue rompiendo las pelotas.
viernes, 1 de febrero de 2008
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El caso del dr. Gregorio y el sr. Bob Esponja |
Hace unos días te hablaba del dr. Gregorio. Aquel que en una institución siquiátrica, convirtieron en el señor Bob Esponja, curándolo de una sicosis galopante.
Por un tiempo Bob Esponja se reincoporó al medio social, lavando la vajilla de los demás, que se lo permitían hacer como parte de una labor-terapia pendiente del tratamiento hospitalario.
El Tiempo pasó y nuevamente el síndrome de Ibsen hizo presa de él, se le borró la sonrisa y apareció la mueca cauterizante: "Soy como Ibsen. Igual que él me vuelco al ejercicio literario y como él, vivo ganando premios de las loterías deste mundo".
Emprendedores sudafricanos, por Internet lo hicieron acreedor a un premio de 300.000 dólares. Para concretar la operación, primero mi amigo debía depositar en "un banco de primera línea", 300 libras esterlinas.
Abandoné al ilusionado ganador de 300.000 dólares en su fiebre irrebatible y me fuí unos días a Entre Ríos a pasear en surubí.
Las libras las iba a poner su madre, luego "un gran amigo" y finalmente se iba a ocupar de la operación su siquiatra. Durante el interín y en diálogo conmigo, Gregorio aceptó la posiblidad de la estafa, pero de todas formas: "Pienso que vale la pena correr el riesgo. Además si pierdo ese dinero, estaré ayudando a los negros sudafricanos". Yo le aseguré: "Mirá, si los sudafricanos son negros por alguna de esas carambolas de la vida, te garantizo que tienen el alma terriblemente blanca. Los que te están cagando son descendientes de colonizadores sajones que utilizan Internet para encontrar a alguien capaz de matar a su madre con tal de mandarles las 300 libras que a ellos siempre les van a venir bien, pues seguramente el mundo debe estar lleno de pelotudos como vos... Vos vas a terminar en la U2, la unidad policial del Borda".
Cuando regresé de pasear en surubí, la madre había pagado las 300 libras y ahora los sudafricanos le exigían el pago de 1.000 dólares en concepto de impuesto antiterrorismo, y los 300.000 dólares "ya estaban a disposición en un banco inglés de primera línea".
Las siniestras conversiones de mi amigo de 48 años, del apacible Bob Esponja al satánico dr. Gregorio, ahora tenían un novedoso aditivo. El dr. Gregorio no solo derramaba un vómito blanco y gomoso, sino que su cara reproducía las facciones del turístico surubí que venía de conocer en Entre Ríos, incluso me pareció que respiraba por el cogote. Tal vez alguien le había practicado una traqueotomía, no sé, la cuestión era que mi amigo espantaba. Pensé en algo drástico para curar su mal... ¡La estaca en el corazón!
Como si todo estuviera en orden, empecé a afilar el palo de una escoba y estaba en la plenitud de ese menester, cuando el mitad hombre, mitad surubí, repentinamente salió corriendo huyendo de mí. Viéndolo perderse por la avenida Independencia, lo primero que se me ocurrió fue arponearlo con la escoba, pero al verme rodeado de público imprevisto, aproveché la situación para barrer la vereda.
A la semana siguiente el monstruo reapareció y en apariencia predominaba el señor Bob Esponja sobre el dr. Gregorio, aunque mantenía rasgos de cara de pescado. Me dijo que había decidido no solo oponerse al pago del impuesto antiterrorista, sino que había decidido abandonar la relación que tenía con un joven travesti alemán-guaraní que había conocido por Constitución. Firme y solemne en esta posición, me dijo que estaba buscando dinero para llevar a una novia nueva a un hotel, entonces le junté unos libros de descarte para que fuera a venderlos por la ciudad.