Seguramente estaba equivocado y seguiré estándolo. Al andar paises me parecía absurdo ser extranjero y tendí a comportarme como dueño de casa (dueño del paisaje y el espíritu). Sin embargo la necesidad de visados y los controles migratorios me condicionaron a tener cuidados: siempre evite cruzar fronteras cargando droga y no me inmiscuí en las políticas de los paises en los que entraba (por lo menos, no de forma evidente).
Cuando volví a Buenos Aires, la tierra que me parió, fue lo mismo que llegar a un lugar extraño y me comporté con las mismas precauciones que en los lugares pasados, donde Buenos Aires era un lugar extranjero más.
Jamás voy a conocerme.
Foto: V.C.
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