soberana pelotudez
El contenedor solía desplazarse (o lo desplazaban) por las noches.
Al nuevo amanecer, el aparato nunca estaba donde había estado. Aunque sus estadías repetían lugares e incluso podía suponerse intercambios. Que el contenedor de hoy no era el mismo que estaba ayer. El que de vez en cuando apareciera quemado (derretido y humeante), llevaba a esas suposiciones (sagacidad de todo aquel que en vez de icinerar sus afanes, intimamente, los repartía por las calles).
Los desplazamientos de los contenedores con toda la barbarie que implican: explosiones, fusilamientos, arrebatos, envidias... Ahora suceden durante el día, a la vista de todo el mundo y llama la atención como la gente asimila este fenómeno extraordinario de forma cotidiana , elogiando pelotudeces los unos con los otros.
comentarios:
23 de junio de 2014, 16:05
Los contenedores municipales tienen un rescate económico al ser reducidos como material plástico. Derretidos y soldificados en panes.
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