LA MANO QUE APRIETA

sábado, 15 de marzo de 2014

la joya escamoteada

Estaba por viajar a Buenos Aires. La administradora del hotel de Ciudad de Méjico donde me encontraba alojado, perdió un pendiente de oro macizo con un rubí incrustado. Casualmente, yo lo encontré y rápidamente lo guardé en un bolsillo de mi saco. Calculé que se trataba de la joya perdida por la administradora, pero no me detuve a constatar que era el objeto que la mujer buscaba desesperadamente.
La dama que era elegante, sospechó inmediatamente de mí y se convirtió en mi sombra. Hablaba de cualquier cosa, me confió sus intimidades y continuamente buscaba un pretexto como para hurgar en mi saco, le sacudía el polvo, decía que me quedaba grande, que lo cambiara por otro saco que se me ajustara mejor...
Faltaban seis horas para tomar el avión. Me escabullí con la idea de ir a mi habitación a esconder la joya en una de mis maletas. Le dije que salía a comprar cigarrillos a la calle... Salí y cuando ella no podía verme, volví a entrar y fuí a mi habitación. Desempaqué una valija y antes de esconder la joya, extendí sobre la cama dos bolsitas cilíndricas de papel madera que contenían cocaína. En ese momento, súbitamente, apareció la mujer con sonrisa cómplice: "¿Necesitas ayuda?". Sentí el impulso de decirle que tenía su joya en mi saco, pero no lo hice. Le acepté la complicidad para embalar correctamente la droga. Lo hicimos, y luego -siempre con la joya escondida en mi saco- la invité a tomar un café para charlar sobre sus problemas afectivos, muy importantes aunque ajenos a su pendiente de oro perdido.
Cada vez quedaba menos tiempo para llegar al aeropuerto en horario.


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