LA MANO QUE APRIETA

viernes, 8 de noviembre de 2013

Gracias, doña.

Homenaje o latrocinio, arrebato que le dicen. El otro día me caí, pisé mal y embalé de cabeza al asfalto entre los colectivos que circulaban por José María Moreno cruzando Rivadavia. Me caía. Una de las dos alpargatas me había fallado. Lo lógico era un tobillo dislocado y con suerte: un aplaste automotor. En medio de la caida con el corazón pateando las tripas, manoteé lo que fuera... Y quiso la suerte que pasara una señora obesa a la que pude cazar por el cogote y sostenerme. La señora tenía la consistencia de un trapecio monumental: me contuvo y no cai.
El cagazo de la doña... No atendió razones. Huyó de mí, espantada, sin escuchar el "gracias" que le dediqué.

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