LA MANO QUE APRIETA

lunes, 5 de agosto de 2013

estrella fugaz

El concurso literario trataba de un ejercicio en vivo. En un lapso de más o menos cinco minutos había que conceptuar una novela de 500 páginas. El tiempo se usaba para pensar intensamente cada autor en sí mismo. La interrupción se parecía a la muerte y los que interrumpían no sabían lo que hacían. Eran trabajadores que llegaban a sus puestos, prendían las luces, todo estallaba, y el nuevo concurso pasaba para el año siguiente.

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