LA MANO QUE APRIETA

domingo, 3 de marzo de 2013

sol tenue y viento amable

Un coleccionista acababa de comprarme un libro sobre la inmunidad biológica, en francés, un tomo bellamente encuadernado. Luego de la transa, conversamos.
Pese a que la conversación fue repentina, casual, parecía interminable. Cuando yo iba anulando el discurso, él lo reavivaba, o viceversa. El tema era grato, pues ambos descubríamos consecuencias. De los empiristas rusos pasábamos a Flanmarión, mediando un análisis de los libreros del parque Rivadavia, y seguíamos. O sea, no parábamos de decir nimiedades y descubrimientos, como si el sentido de nuestras vidas fuera mantener una charla como esa. En lo inmediato, nada nos intimaba a cumplir con alguna obligación que nos sacara de ello.
Bruscamente, luego de un pequeño largo discurso que yo estaba haciendo, sentí un cortocircuito en el alma (1): "Perdón... ¿Qué le estaba diciendo?". Luego de un silencio estupefacto, el coleccionista hizo una revisión de lo charlado pero sin reencontrar mis últimas palabras donde se produjo el corto. Dijo: "A mi también me pasa".
Nos despedimos prometiendo jamás volvernos a encontrar: "Usted tiene mi mail. Nos hablamos". "Seguro".

1) Me sobrevino la certeza de que acababa de vender por poca plata un libro maravilloso. Acto frecuente durante mi histórico ejercicio de la compra-venta de libros. 

mabeliano

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