LA MANO QUE APRIETA

martes, 11 de diciembre de 2012

grasa a la brasa

Las cogidas del lechón de turno, llevan hacia -y se amparan- en el castigo celestial, el soñado por cobardes y aventureros que vendieron sus madres a fábricas de chacinados. Son los aprovechadores de la oferta artística que rahja las tablas:  "Comamos cerdo que es lo más parecido al humano".
En época de fiestas. Dejando pasar el fin del mundo para luego cancelar, comprar tornillos, al lechoncito se lo compra vivo y con aguja gruesa se lo inyecta por sus músculos con chimichurris y salsas al ajo, estragón, ají... Al animalito se lo lleva de una soga por la ciudad para que se vaya adobando al andar. Una vez en casa: la cogida y la recogida. El agarre sin remanentes que lleva al deseo de un "muy feliz año nuevo". El jugoso festín del animal inocente.

Dalmores como Herodes.

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