LA MANO QUE APRIETA

martes, 2 de octubre de 2012

buitre inolvidable

En la sobreterraza de la terraza del edificio de la calle Chile donde mi padre fue portero y donde nací, había un habitáculo gigante destinado a contener la maquinaria (motor y sistema de poleas) del ascensor OTIS que cubría el ascenso y descenso del aparato, entre la planta baja y los siete pisos que gradualmente, acercaban al cielo.
En ese habitáculo anidaba un Argentavis Maximus o Ave Roc tradicional. Una especie de buitre de unos cuatro metros de altura que cuando desplegaba sus alas para volar, éstas superaban los veinte metros.
Mi padre me tenía rigurosamente prohibido subir a la sala de máquinas, pues el roc que a veces volvía con caballos para comer, a un niño lo podía engullir cual golosina diminuta.
Para mantener una dieta tranquila del pájaro, mi padre lo mantenía a gallinas vivas y carcazas óseas vacunas que le proveía un carnicero amigo.
En algunas noches que la luz de la luna lo permitió, vi al roc salir a volar. Tomaba envión por la sobreterraza y remontaba vuelo hacia el río, como quien dice hacia Uruguay.

1001 Nacht. Stuttgart. 
 Argentavis maximus
 Argentavis maximus

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