LA MANO QUE APRIETA

lunes, 6 de agosto de 2012

pena de muerte casera

Las vueltas de la vida llevaron a Pepe a someterse a los efectos de una pena de muerte. El hombre que ya había superado la barrera de los cincuenta años, aceptó su destino con humildad. Juan, su verdugo de cabecera, tuvo charlas larguísimas con él, en las que se analizó toda la historia de Pepe, sus afanes, amores, traumas de infancia, enfermedades, viajes, etc. Acordaron que la ejecución fuera mediante el sistema de la bolsa de plástico en la cabeza e ingestión de barbitúricos. La bolsa permite cierta entrada de aire, provocando a su vez que la exhalación de la sobredosis de fármacos, reverbere.
Acordaron la fecha en base a los horarios de disponibilidad de Juan, y Pepe se instaló en la sala de espera de los condenados a muerte. Una habitación cuatro por cuatro enrejada, amoblada pipí cucú con acolchaditos y adornitos y moñitos, y una computadora.
Durante tres meses. Pepe hizo vida ascética, prácticamente sin ingerir alimento y dedicando el grueso de su tiempo a la computadora. No usó los correos ni los navegadores ni las informaciones diarias y antiguas. Jugó al solitario Spider. Empezó con el juego de un solo palo y cuando llegó a ganar los spiders de cuatro palos con soltura, coincidió con el momento de su hora en este mundo. Juan, con la solemnidad del caso, hizo los menesteres y la ejecución se llevó a cabo sin inconvenientes.
El final-final lo aceleró Juan cerrando la entrada de aire con un torniquete y a través de la transparencia del plástico, imitó y acompañó las últimas gesticulaciones que hizo Pepe al morir.

Scully Jones (fragmento). El rostro que aparece dentro de la escafandra es el de Jack Kirby.

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