LA MANO QUE APRIETA

martes, 5 de junio de 2012

Textos de la papelera. Bogotá 1975.


El señor Olguín está en la maniobra. No se entiende lo que dice. Sabe espanto, tipo radio, ataca furiosamente a la cadena líder de Colombia. A la una de la tarde el señor Olguín murió de anemia. Crimen. Suicidio. Lluvias y derrumbes en los últimos cuatro días. Situación que espera pronta reparación. El orden. La reaparición del señor Olguín. La plancha oficialista. El postre. La paz. El pito suena flauta apurada entre la masa y el chillido de alerta. Y sin embargo, silbidos por detrás. Se ve lo que sucede entre la una y las dos de la tarde. Lo inalcanzable no lo es porque se quiera alcanzar, sino, respetar. La gata juega juegos. Silba la gata, se asoma por una hendija y pasa por ella. Todo lo que puede pasar en-y-por el tiempo. El señor Olguín habla con Manzur. Manzur me habla a mí. Voy a cambiar porque esto va a durar hasta las dos de la tarde. Pongo la radio a todo volumen y quedo mirando el parlante y sus vibraciones. Hasta la una y treinta y cinco, no te vayas por radio. Trece horas veinticinco minutos. Este es uno de los temas piolín de pompín para este fin de semana. Hace tanto tiempo que vivo con tu imagen yéndose de aquella isla por donde pudiéramos vernos, trompeta pascual, trompeta pichicato, frente a frente a la una y treinta en la voz de la sabana. Viajecito por río lindo. Chacataco. Al compás del cigarro nacional. El solle está en la federación de cafeteros y en el grupo gran colombiano. Veo una caja de fósforos, entonces prendo un cigarrillo.
Llama Gute y pregunta que estoy haciendo. Le contesto que estoy izando la bandera. Viene a las cinco. Son las dos menos cuarto. 

Album de fotos: Gute con mi máscara sobre su cara. 1975.

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