LA MANO QUE APRIETA

domingo, 26 de febrero de 2012

Cacareo telefónico

Cuando suena el teléfono corro a atenderlo poniendo en riesgo mi vida (tropiezo, me golpeo la nuca, desgarro una arteria). No importa que el llamado sea un fiasco (frasco vacío). Es la motivación, el ring, el zumbido, la situación de alerta...
Si tuviera mi helicóptero personal, superaría este comportamiento traumático, por lo menos durante los tiempos de vuelo. Después, aterrizado, el inconciente lo traiciona a uno y se vuelve a las manías tradicionales. Pero no tanto como cuando no se tenía helicóptero.
Mi vecino que se mudó, el octogenario Alfred, tenía su teléfono de línea insertado en el cerebro y respondía a sus llamados, estuviera cagando, bañando o cortándose los huevos. Su hijo -científico bien remunerado- lo mudó a parque Chacabuco y le compró un ovni de última generación con todos los chiches (sillón de ruedas volador). Alfred lo usa los domingos para sobrevolar una fuente pública con chorros de agua...
Dejó de recibir llamados inoportunos. Ahora es él el que llama a los demás.

"Pollo Negro". Carlos De Torres (antiguo avicultor). Barcelona. 1905.-

comentarios:

El otro día estaba interpretando a la madonna de las siete lunas... y sonó el celular en el escenario.