LA MANO QUE APRIETA

lunes, 2 de enero de 2012

Geometría memoriosa.

Enrique Sheinshon está escribiendo sus memorias de galerista: haciendo la contabilidad sentimental de los artificios que giraron alrededor de su vida (el octógono).
Él y yo, económicamente adversos, manifestamos un carozo común cuando nos vemos: nos reímos el uno del otro. Como que de alguna forma anduviéramos en lo mismo. Seguramente en el artificio, en ese concepto tan peyorativo, fabuloso y cotidiano que disfraza y encara a la existencia. Existencia que melancólicamente nos excede. Entonces Enrique le da forma de libro impreso a su recuerdo.
Creo que todo aquel que hace algo semejante, en su borbotón creativo quiere descargar en los demás un cambio radical, quiere vencer la desilusión del joven Arlt ante la inutililidad de tanto libro editado, tal la intención del formuleo mágico, de la poesía, de la memoria impresa.
Sospechosamente, nos ejemplificamos a nosotros mismos y somos fundamentalmente humildes aunque evidenciemos lujos. La percepción del mundo que nos rodea es apabullante y ante eso nuestros discursos tienden al aburrimiento, al disimulo, a la modestia.
No hay caso, el protagonismo -la primera persona- es una trampa. Lo cito a Enrique para hablar de mi memorización.
Yo, a los demás, no le voy a dejar un libro de memorias, le voy a dejar un ropero lleno de repeticiones mal tecleadas, un "Interesante lote de papeles tipografiados a máquina. Ideal para sicólogos y talleres literarios (90 kilos de papel carta y oficio). Todo por $ 300", en  Mercado Libre...
Esa destinación ya la ejecuté en vida, cuando a principios de los ochentas puse un aviso en "Segundamano" que decía: "Vendo interesante imaginería macabro-grotesca" refiriéndome a los artificios ("esculturas") que construía con mis manos por aquel entonces, derivando la autoría en personajes lo más fantásticos posible.

The Bedroom. Dame Laura Knight.-

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