LA MANO QUE APRIETA

sábado, 9 de octubre de 2010

Aceptación del entorno.

La manivela que Eduardo y yo tuvimos con Santiago, cumplió un ciclo importante. Resta la muerte como broche. Quedan los ejercicios de vida: Yo hice rutina de jubilado modesto desde los 25 años. Eduardo se formó como comerciante global. Santiago, desde una temprana regencia espiritual de la virgen de Luján y Gardel, siempre jugó a la quiniela. Está también la Sergia, la mujer de Santiago.
En el Hogar los separaron al Sergio y a la Santiaga, hace rato y perdieron la habitación matrimonial, tanto por la demencia ambulante de la Sergia como por los gruñidos y puteadas que Santiago repartía a diestra y siniestra. Y eso es definitivo. Hay que sacar todos los bultos quel matrimonio acumuló en su luna de miel vespertina y tirarlos a la basura.
La Sergia está en el conglomerado de mujeres semiválidas (una peor que la otra) y su solución individual es escaparse del Hogar, Tiene la salida prohibida pero el instituto no es una cárcel, entonces sale a la calle y viaja a Retiro o a Constitución para disfrutar de los cambios de vías, el paso de los trenes y el placer
de viajar en un vagón cualquiera a cualquier lado. Generalmente sale del Hogar después del almuerzo y regresa para la cena.
El Santiago es más secreto, Está alojado en el sector de hombres autoválidos, todas las mañanas visita al tuerto que maneja su puesto, le cobra el alquiler y le afana algún librito para aumentarse la cuota diaria, y anda diciendo por ahí que tiene hijos con otras mujeres.
Eduardo va y viene por el planeta y tiene proyectos.
Yo, sigo haciendo de jubilado que no cobra la jubilación. Sin quejarme, pues tanto Santiago, Eduardo y yo, nos gratificamos como marginales de la vida.
El día de ayer y el de hoy, fueron días lindos.

comentarios:

La vida es un infierno, pero hay premios,