El viernes viene Nicasio.
Hay que tener cuidado con la difusión de la palabra. Siempre se lo tuvo, pero nunca fue suficiente.
Una cosa es que se publicite un dicho y otra que ese dicho, se escuche a escondidas: utilización de tecnologías subversivas para escuchar lo que dice el vecino en su intimidad. En los hoteles de pasajeros es una epidemia, pues la escucha oculta hotelera rinde mejores beneficios económicos que la escucha bancaria con sus "salideras". En hotelería, así sea en los hoteles lujosos como en los pensionados familiares, todo es más tribal y a lo sumo, los entuertos se acomodan con una buena patada en el culo, y listo.
De todas formas, la esencia del peligro de la difusión de la palabra, no es éste, aunque siempre se trate de un peligro meramente humano, aparentemente.
Hasta ahora, el inconciente humano fue el que logró trascendencias, siempre vulgares, pero con incitación a la continuidad, a la vanagloria perenne, al "penne al dente" de los primeros oligarcas que a través de los tiempos, se han vuelto plaga.
Sea como sea, los que escuchan o tienen oídos sordos, se interesan solamente por sus obsesiones y no les importa escuchar otra cosa.
El punto a considerar es la variabilidad de las interpretaciones, poética incluida, donde las consecuencias, formalmente ilimitadas, se desprenden de sus raíces y tratan de ser lo que nunca fueron ni serán. Luego vendrán los alegatos: "No escuché bien". "No entendí". "El viernes viene Nicasio", etc.
Collage 2006.
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