LA MANO QUE APRIETA

miércoles, 21 de julio de 2010

Buen día.


Generalmente escribo nel diario luego de la periódica lectura de noticias y el mate. La realidad del apogeo del día real, es un tranquilizante relativo a la espontánea eclosión de mi análisis de vida que no convoco pero que sucede, que me hiere con los irremediables fantasmas de la madrugada. Errores del pasado que en vez de convertirse en gestos artísticos, usan el no saber qué hacer a modo de aguarrás o cal viva sobre una reacción alérgica en mi piel.
Hay una costumbre porteña que, por suerte se está perdiendo, que es la de hacerse el boludo ante la tragedia y la inmundicia. Entonces uno no se reconoce a sí mismo y enajena formas de vida nel reino de la pelotudez humana.
La violencia y la cobardía fueron paliativos del efecto que causaron aquellos errores, aquellas mismas violencias y aquellas mismas cobardías.
Mi madre me decía: "Tú imitas a tu padre en las cosas malas, no en las cosas buenas".
Y fue y es así. Tal vez ahora no solo olvido las "cosas buenas" sino que las "malas" también. Y eso es mentira, como que siquiera la muerte permite olvidar.
Entender la palabra que hay que decir y no decirla.

Collage. 1980.

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