LA MANO QUE APRIETA

domingo, 14 de febrero de 2010

la mujer de Antonio

¡Antonio! ¡Qué manera de aceptar el destino, tu mina!
Qué manera de hacerse cargo. Tal vez el esfuerzo le cueste la vida, pero ya diseñó que sus cenizas vayan a reposar junto a las tuyas. Que tus diarios vayan a la fundación que en Galicia se va a encargar de publicarlos. Que tu biblioteca galega enriquezca la Federación de Entidades galegas en Bos Aires, infinidad de deberes marciales.
Vos sabés que las cosas no salen como uno quiere, o mejor dicho, como tu mujer quiere. Pero Graciela no ceja en su empeño...
Son mayúsculas tus historias (las cajas con tus escritos lo revelan), el boxeo en Nueva York... Cuando viajaste en los sesentas a España para matar a Franco y Seoane te dió una carta de presentación para que Rafael Alberti te de una mano... Y todo lo que me contó Graciela y yo no sabía, ni lo cuento, porque son cosas de ustedes.
Sabías donde estabas parado y de golpe te olvidaste dello, te agarró la gripe A y te mató.

Graciela me dejó llevar de tu biblioteca algunos libros (soy uno de tus afectos), y a todos les puso un sello: "Antonio Pérez Prado. 1926-2009". También estaba tu amiga, la cantante de tangos en galego, la de aquel DVD que me regalaras (las dos son ahora, hermanas). Tenés que ver lo qués desenfundar tus libros en casa y mirarlos: La Rama Dorada de Fraser, un manual de ferias y atracciones en Madrid, "El viaje al fin de la noche" de Celine (la primera traducción al español)... Lautreamont en francés... Como que esos libros comunes entre vos y yo, más todo lo que escribiste y que llena un ropero de tu casa, me compulsa a escribir, lo que hace falta escribir.
Así es la cosa, Antonio.
A vos nunca te gustó internet, preferías el fax y las minas hermosas. Sin embargo ahora te aparecés como Juan por su casa y nadie dice que seas un fantasma, un ectoplasma, los chicos te asumen como un tercera dimensión internética.
Bueno pibe, hablamos...


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