LA MANO QUE APRIETA

miércoles, 24 de febrero de 2010

¿Cómo ¡Palmerita!?

Los mauricios ignoraban quel cuerpo del tuerto había sido reducido en una fábrica de alimentos para mascotas. No se supo más de él, como tampoco hubo noticias del poeta Vera Miranda, el que un día le dijo basta a lo que previamente le daba con todo. Los mauricios ignoraban mucho pues la vida continuaba, y ellos pensaban vivir por siempre contemplando las acumulaciones de desechos sociales y festejando las flatulencias de personajes adinerados.
Los mauricios eran consumidores no solo de substancias alimenticias, también de ropas de vestir y propiedades inmobiliarias. Realmente, venían de lejos disfrutando de las traiciones tradicionales y aceptando las culpas que les llovían sin razón o con razón, siendo las mejores culpabilidades, las merecedoras de guillotinas súbitas inexplicables. Desde los talones a la cabeza, como si el sueño, simplemente, se mantuviera estrangulando hermanos.

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