LA MANO QUE APRIETA

miércoles, 2 de diciembre de 2009

Comienzos del último galeón azul.





Ante el planteo de un sobrepeso inicial, tirar la tripulación por la borda era un recurso remanido.
Al sobrepeso se le sumaba un importe de memoria visual reducida por saturación.
Decíase entonces que el bajo presupuesto era cosa del Diablo.
Pero para Ingmar Bergman, Dios y el Diablo eran la misma mierda. Dos entidades que compartían en una mesa común, el banquete de un sorete humano.
O sea que el navío pese al sobrepeso, aguantó.

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