LA MANO QUE APRIETA

jueves, 1 de octubre de 2009

Los cuadros de Calle

¿Acaso hay alguna otra posibilidad que no sea la ficción? Sobretodo si la memoria, en siempre delicado equilibrio, espumea a través de muertes acumuladas. Así, el verbo sucede tanto al principio como al final.
El recuerdo de lo que fue, o no fue.
Imprevistamente apareció en la librería, Alvaro de las Ponces, aquel adolescente colombiano que conocí en el Bogotá de 1970 y que -yo no lo recordaba- dirigió uno de los teatros adonde actué con Marta. Charlamos un montón homenajeando una botellita colombiana de aguardiente anisado "180 grados".
Alvarito está por cumplir sesenta años, es memorioso y hoy regresa a Colombia. Me habló de amigos comunes: Jotamario, Andrés Caicedo, y del maestro Calle. Me dijo que Calle tuvo una muerte extremadamente miserable, que literalmente murió en una de las calles de Bogotá, a la intemperie. Que nadie lo socorrió porque nadie lo soportaba. Que tuvo una muerte de perro abandonado.
Alvaro me dijo que los cuadros que pintó Calle, los muchos Cerros Monserrate de Bogotá y los exaustivos islotes Jhonny Cay de San Andrés, aquellos cuadros que el maestro vendía por centavos y que firmaba "Kat", hoy se cotizan relativamente bien y que los 1.000 dólares era una suma corriente para pagar alguno de sus cuadros.
Puede ser que la realidad supere a la ficción, se trata de una constante ingrata. A mi se me hace que ficción y realidad son una misma maroma.
Calle (que tal vez nunca nació ni murió) me dijo un día: "Yo mis cuadros siempre los vendo. Jamás los regalo".

comentarios:

Hola Joel.
Me ha impresionado la coicidencia casi tragimágica del pintor.
Calle, que muere en la calle...liberanos Dómine
Un cariñoso saludo
Mónica...o Doña Guiomar