LA MANO QUE APRIETA

domingo, 20 de septiembre de 2009

ventrilocuus

El orden es casi como la inmortalidad personal, imposible. Sin embargo "el orden" es el eje conductor de grandes hipocresías e ideales fantásticos del humano discurrir.
Eduardo confía en ser el primero o el último, para concretar la medianía de sus intenciones en el seno de los órdenes desordenados.
Es como el arte del balero, o parecido al artilugio de acertar el palito en el agujero de la bola material.
Para Calle todo sería sencillo: todo se parecería a todo. O no.
Calle murió y Eduardo está vivo.
Los textos originados en el vientre se magnifican, opíparos, a través del culo.

0 comentarios: