LA MANO QUE APRIETA

domingo, 30 de agosto de 2009

Iglesia de Tacuarí e Independencia

Una de mis coincidencias con Borges, la iglesia de Monserrat.
Según él, uno de los lugares más secretos de Buenos Aires y seguramente Borges conoció la iglesia más intrínsicamente que yo, pues había nacido 44 años antes y pudo llegar a la arquitectura subterránea del templo antes que yo tomara allí mi primera comunión. Después pasé un par de años participando del grupo "Domingo Savio" y jugando al ping pong.
Supongo que Borges habrá conocido los famosos túneles que se encuentran debajo de la iglesia, en el clima de misterio que provoca la inspeción clandestina, como hice yo un día y me asusté tanto que escapé y no le conté a nadie lo que había visto: comidas suculentas y elegantes pasillos y salones colmados de sillones y largas mesas. Si habrá sido fuerte la experiencia, que nunca intenté volver a pizpear esos ámbitos, me conformé jugando cada vez mejor al ping pong y divirtiéndome a solas en el depósito de la ante sacristía, donde peleaba con los antiguos santos allí amontonados, partiéndoles alguna que otra cabeza, brazo o pierna.
Reconozco que allí, en aquella incursión infantil mía, aprendí a callar. Aunque callar incitara a hablar de cualquier otra cosa.
Me hubiera gustado hablar con el poeta de esas cuestiones. La calle Independencia era angosta, pero yo durante esa época de plenitud, aún no había adivinado a Borges.

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