LA MANO QUE APRIETA

viernes, 24 de abril de 2009

Sangre y orina

Todo bien.
Los bichos colaboraron y los análisis fueron entregados.
La sala de espera estaba colmada de gente, una computadora se colgó. Hubo que esperar... Entonces empezó el escapismo de la Sergia.
Conciente desta posibilidad, Eduardo (en esos momentos él estaba arriba de un avión) me mandó a su mujer para que cumpliera función de apoyo. Menos mal... La Sergia bufaba por irse, pero Virginia la detuvo y la acompañó hasta la extracción de sangre. Con Santiago no hubo problemas. Y luego de la misión cumplida, partieron del brazo los dos hacia su "casita", por supuesto equivocando la ruta que al final desembocaría en el hotel de origen...
Mientras la espera se inflamaba, entró a la sala un deshauciado muy sucio y maloliente que a los gritos -luego de haberse acostado en el piso contemplando a la multitud que venía a sacarse sangre, su público- pregonó que estaba lleno de forúnculos que derramaban pus y que tenía que viajar al Muñiz y que necesitaba monedas (yo le dí, casi todo el mundo le dió).
Mientras el purulento hizo su show, Sergia no se inmutó. Eso si, cuando ingresó un policía del hospital y le ordenó al apestado que no gritara, Sergia se aceleró y miró para todos lados buscando la salida. Ahí fue importante la presencia de Virginia que se lo impidió.
Sergia siente pánico ante la presencia policial. Además, es sorda.

comentarios:

Fernando De Gregorio dijo...
24 de abril de 2009, 14:46
 

Hoy atendió a Santiago el psiquiatra de manual que me echó de la profesión: H. Rodríguez O´Co...
¿Se habrá humanizado?
Decía que todos los vagabundos deben estar internados en hospitales psiquiátricos.¡ Qué ganas de seguir la escuela de antipsiquiatría de Cooper, aunque fue un fracaso! Aun no era hora.
Siempre que se relacionan locura y cultura pienso en "Mente brillante".
Se apiadan de Santiago y él les muerde la mano. Insoluble en 2009. Tal vez en 2050...