LA MANO QUE APRIETA

viernes, 24 de abril de 2009

Heder

Nos empezamos a ocupar de Santiago, cuando éste -viejo, enfermo y loco- se instaló con la Sergia a dormir en su puesto de libros del parque Rivadavia.
Previamente habíamos intentado proveerlo de material para que venda y coma de ello, pero Santiago llenaba con los libros que le regalábamos, el puesto como si fuera un container de basura y generalmente, lo que quedaba a flote no servía para nada. No vendía. La miseria avanzaba a paso galopante.
Un par de meses previos, la puestera que le alquilaba el puesto por años, dejó de alquilarseló, pues la crisis global le había reducido las ganancias y no podía soportar más el alquiler. Entonces, Santiago a la deriva, hizo los menesteres que le correspondían, de la peor forma.
Lo hecharon del hotel y fue entonces que con sus bultos y su mujer se encerró a vivir dentro de las latas, papeles y cucarachas que constituían su puesto.
Ahí fue que con Eduardo, nos hicimos cargo.
Primero le pagamos un hotel y luego le conseguimos (Eduardo lo consiguió) a Ricardito: un librero experimentado, sobretodo en libros de temporada escolar, que puso plata para un alquiler, del que se puede cubrir el hotel y la comida para el Santiago y la Sergia.
Esto es mientras la brisa no se convierta en ventolera. Los puesteros vecinos no miran con buenos ojos a Ricardito. Todo está en el aire... Por eso avanzamos con la burocracia de los análisis y peritajes que han de culminar en el famoso ingreso del Santiago y la Sergia, a un geriátrico municipal con alimentación y control médico.
Logrado eso, como dice Santiago, será cuestión de "jeder" (heder, oler a podredumbre).
En principio, los dos son reaccios al trámite, muy duros.

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