LA MANO QUE APRIETA

miércoles, 15 de abril de 2009

Comienzo del Ese y la Esa

Le dije a Eduardo de filmar la saga geriátrico-patológica del Santiago y la Sergia (un documental). Contestó que no, pero que si contara con un cineasta con sus condiciones, entonces sí lo haría, pues las sinrazones sucesivas resultaban y resultan, apabullantes... Le dije de practicar con el asunto, la crónica periodística. Me contestó que medio mundo ya había hecho algo parecido. Entonces lo incité al mero ejercicio literario... Tampoco: "No puedo porque soy el objeto, no el subjeto". Le pregunté qué significaba "objeto" y qué "subjeto". Me lo explicó y su explicación coincidió con mi preconcepto desas palabras: "objeto" quedaba bastante claro, pero "subjeto" daba para seguir interpretando. Tranquilicé a Edu diciéndole que no era para tanto, que la semántica a través del maestro Calle aconsejaba no seguir el hilado de los significados por mucho tiempo, pues ese hilado alargado y consecuente, esfumaba los mismos significados. Analizamos la palabra "peripatético" que yo en tardía adolescencia había interpretado como "tartamudear violentamente" y en realidad, simplemente, sería una forma de conversar. Todas interpretaciones intuidas y descreíbles. Edu me dijo qué significaba "phatos", sintetizó el "phatos" en una sola palabra castellana, maravillosa y deslumbrante. Me asombró tanto que "phatos" significara esa palabra que la olvidé ahí mismo, imprevisto pudor.
Todo había salido mal, la Sergia se había escapado del hospital antes que la atendieran, después de todo lo que había costado conseguir el turno para la evaluación siquiátrica en el Alvarez. En un descuido de Santiago y Eduardo, ganó la calle y se perdió en su metódica zambullida por los containers de basura citadinos, y el toqueteo de hombres callejeros. La Sergia fue a lo suyo y huyó de la trampa hospitaliaria. La Sergia jamás entenderá que el trámite que se le trata de hacer es para que luego de los diferentes análisis médicos, la Municipalidad le de a ella y a su marido, alojamiento en un geriátrico, con alimentación y asistencia médica. Es más, mucho más que Santiago, la Sergia no entiende nada de nada y No Quiere Entender...
En fin, estas consideraciones del caso, corresponden a un capítulo siguiente, no a éste...
Luego de las consideraciones semánticas, Eduardo aseguró que él ante la situación que nos involucraba (ambos decidimos ocuparnos del Santiago y la Sergia para que no queden a la intemperie) era "patético". Sonrió y mirándome, agregó: "Somos patéticos".
Con muchas dudas sobre qué es la sabiduría humana, dudando de cualquier ocurrencia, tomé el inevitable camino a casa. "Transmitir la saga en el blog, es una impudicia permisible -pensé- y es cosa mía, no de Eduardo. Lo voy a llamar para que lea este post".
Lo que viene, el "continuará", como en cualquier blog, viene al revés. Si es que viene.

comentarios:

A veces basta por una mala elección de calles para quedarte en la ruína. Lo que le pasó Pancho, un vecino. Salía de su casa por la calle Lautaro, tomaba la Valdivia, la Andrés Bello y luego la Bulnes. Un día salió de la Lautaro, dobló por la Librtad y al entrar a la Bulnes lo atropèlló una camioneta. Largas operaciones, tanto en Punta Arenas como Santiago, venta de dos cosas para costear su enfermedad. Al cabo de un año y medio estaba pobre. Muy pobre, sin casa, sin dinero, sin salud. Y aquí paro porque la cosa sigue y todos nos vamos a poner a llorar.


hugo